11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Juan 1: 11-13.
Como hijos de Dios, no hemos sido engendrados de sangre ni de carne, sino que Dios nos ha engendrado de nuevo y hemos nacido de nuevo. Gracias a la obra de Cristo, tenemos la entrada al Reino de los Cielos, lo que significa que tenemos un destino trazado: estar con el Señor y morar con él. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, al igual que el ángel le dijo a Elías que descansara porque aún le quedaba un largo camino por recorrer, a nosotros también nos queda un largo camino por delante para poder morar con el Señor. Por lo tanto, es importante que sigamos el camino que Dios nos ha trazado, y perseveremos en nuestra fe y en nuestro compromiso con él, para que podamos alcanzar la vida eterna junto a nuestro Padre celestial.
Dios les bendiga,
Álvaro Méndez – Capellán ING
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